La comunicación entre los seres humanos se remonta a hace aproximadamente 1,8 millones de años, con los primeros homínidos del género Homo. En sus inicios, esta comunicación era rudimentaria y basada en gruñidos, gestos y expresiones faciales. Sin embargo, el lenguaje articulado como lo conocemos hoy se estima que apareció hace entre 50.000 y 100.000 años, cuando el Homo sapiens comenzó a desarrollar estructuras lingüísticas más complejas. Desde entonces, hemos pasado de la oralidad primitiva a los mensajes de voz de tres minutos que nadie quiere escuchar.
Con la invención de la escritura, la comunicación ganó en precisión y permanencia. Ya no había que confiar en la memoria selectiva de un emisario oral, que podía cambiar «el rey está jodido» por «el rey está jodiendo». Sin embargo, la escritura estaba reservada a unos pocos privilegiados, por lo que no fue hasta la llegada de la digitalización que la palabra escrita se convirtió en la gran protagonista. Hoy, los mensajes instantáneos han invadido nuestra existencia, reemplazando la oralidad en contextos donde, francamente, hablar sería mucho más fácil.
Si bien la escritura tiene beneficios, como mejorar la expresión emocional (Pennebaker, 1997), la digitalización ha traído también una clara pérdida de riqueza comunicativa (Baron, 2008). No es lo mismo recibir una carta escrita a mano que el emoticono de un pulgar levantado. Y si algo nos faltaba, ahora el texto ha comenzado a ser desplazado por los mensajes de voz. Es decir, no solo evitamos hablar cara a cara, sino que, cuando finalmente usamos la voz, ni siquiera esperamos respuesta inmediata.
Jerarquía de los métodos de comunicación
Chat
La mensajería instantánea nos permite comunicarnos rápido, cuando queremos y desde la comodidad de cualquier lugar. Suena ideal, pero el problema es que depende exclusivamente del texto, eliminando tono de voz, expresión facial y lenguaje corporal. Como resultado, los malentendidos son la norma y la ansiedad por la espera de respuesta está documentada (Twenge et al., 2018). Además, la falta de cierre en las conversaciones convierte cada mensaje en una potencial trampa sin fin (Kreuz & Roberts, 2007).
Correo electrónico
Diseñado para mensajes más largos y estructurados, el correo electrónico es el territorio de lo formal. Aunque permite desarrollar ideas con claridad, su uso en interacciones personales es cada vez menor. Estudios indican que reduce la espontaneidad y la riqueza comunicativa (Byron, 2008), lo que explica por qué, al poco tiempo de instaurarse a finales de los años noventa del sigo pasado, nuestras tías abuelas, en vez de escribir un párrafo argumentado, preferían enviar un PowerPoint que debíamos reenviar a 10 personas para no morir de cáncer.
Cartas escritas
La carta escrita es el vino añejo de la comunicación epistolar: refinada, pausada y con un toque de romanticismo. Sin embargo, en la era de los coches eléctricos, sigue siendo el carruaje de caballos: majestuoso, pero poco práctico. Su manifestación física nos permite atesorarlas, y por si fuera poco, escribir a mano aporta beneficios cognitivos (King, 2015). Lástima que la dictadura de la inmediatez la haya relegado a una reliquia más del pasado.
Videoconferencia
Gracias a la videoconferencia, podemos vernos y oírnos aunque estemos a miles de kilómetros de distancia. No obstante, la pantalla añade una barrera artificial, y la necesidad de estar presente y atento puede ser agotadora. De hecho, la «fatiga de Zoom» es un fenómeno ampliamente documentado (Bailenson, 2021).
Llamadas telefónicas
La llamada telefónica es un método sincrónico que aporta matices emocionales a la conversación. A pesar de su eficacia (Kraus, 2017), muchos la consideran invasiva. Curioso que en un mundo hiperconectado, el acto de llamar a alguien se haya convertido en una agresión pasivo-agresiva.
Comunicación cara a cara
La joya de la corona. La comunicación presencial permite el uso completo del lenguaje humano: palabras, tono, expresión facial, contacto físico y lenguaje corporal. Numerosos estudios han demostrado que mejora la comprensión y fortalece los vínculos (Mehrabian, 1971). Es el concierto en vivo frente a la música en streaming: irrepetible, con matices, emoción y sin opción de pausa.
La pirámide invertida del esfuerzo mínimo
A continuación, presentamos la pirámide invertida del esfuerzo Mínimo, que muestra cómo a medida que subimos, la comunicación se vuelve más eficaz, más clara y, en muchos casos, más valiosa. Curiosamente, también requiere un poco más de esfuerzo por parte de los interlocutores, lo que podría explicar por qué la base de la pirámide sigue siendo tan popular.

Referencias
- Pennebaker, J. (1997). «Opening Up: The Healing Power of Expressing Emotions.»
- Baron, N. (2008). «Always On: Language in an Online and Mobile World.»
- King, D. H. (2015). Cognitive benefits of handwriting. International Dyslexia Association (IDA).
- Riordan, M. A., Johnson, A. A., & Kreuz, R. J. (2020). Communicating Affect: Face-to-Face and Online. In Reimagining Communication: Experience (pp. 97-116). Routledge
- Twenge, J. M. (2019). More Time on Technology, Less Happiness? Associations Between Digital-Media Use and Psychological Well-Being.
- Bailenson, J. (2021). «Nonverbal Overload: A Theoretical Argument for the Causes of Zoom Fatigue.»
- Kraus, M. (2017). «Voice-Only Communication Enhances Empathy Accuracy.»
- Mehrabian, A. (1971). «Silent Messages: Implicit Communication of Emotions and Attitudes.»