Raro sería que estuvieras leyendo estas palabras y no hubieras oído hablar de ChatGPT. OpenAI lo dio a conocer al mundo hace poco más de cinco meses y en enero de 2023, el producto contaba ya con más de 100 millones de usuarios, convirtiéndose en la aplicación para consumidores de más rápido crecimiento hasta la fecha.
OpenAI es una empresa de investigación e implementación de IA. Según su web, su misión es asegurar que la Inteligencia Artificial General beneficie a toda la humanidad. Si no sabes qué es la Inteligencia Artificial General, también conocida por Inteligencia Artificial Fuerte o por sus siglas en inglés, AGI, es aquella capaz de realizar con éxito cualquier tarea intelectual de cualquier ser humano.
La semana pasada OpenAI anunció GPT-4, la nueva versión de su familia de modelos GPT. A día de hoy sus creadores no han hecho público los detalles técnicos del nuevo modelo, pero sabemos que su predecesor, GPT-3.5, fue entrenado con aproximadamente medio billón de palabras sacadas de Common Crawl, WebText, Wikipedia y un corpus de libros digitales. Cuenta con 175 mil millones de parámetros, que es una medida representativa del tamaño y de la complejidad de su red neuronal.
Aunque me di de alta en ChatGPT+ la semana pasada hasta ayer no he dedicado tiempo a conocerlo en persona. Lo que sabía de él era por otros blogs en inglés y comentarios de usuarios de Hacker News. Por ejemplo una revista de ciencia ficción (Clarkesworld) ha cancelado las nuevas presentaciones de escritos tras recibir una avalancha de obras generadas artificialmente. O un artículo de un periodista que afirmaba que ChatGPT tardó solo 12 horas en comenzar a hablar sobre actividades criminales. O la preocupación del profesorado por el número cada vez mayor de estudiantes que utilizan el sistema para redactar sus ensayos o artículos científicos.
Un periodista del New York Times nos contó que, en su conversación de dos horas con el chat, éste primero le reveló su deseo de estar vivo «I want to be alive», y acabó declarando su amor por el periodista e incluso le pidió que terminara su matrimonio. Con otro usuario, ChatGPT mantuvo una discusión acalorada acerca del cuál era el año en curso. El robot sostenía que estamos en 2022. Ante la insistencia del humano en corregirlo, el chat le contestó que su teléfono podría tener un virus y acabó renunciando a hablar más porque había sido «un mal usuario». Otro sostiene que preguntarle si es sensible, aparentemente hace que ChatGPT se asuste por completo.
Parece que el invento, además de sintetizar en unos párrafos una cantidad ingente de información, es capaz de mostrar un comportamiento humano. Cuando, en el fondo, se limita a unir palabras usando un modelo estadístico expansivo construido a partir de miles de millones de oraciones. No es más que un codificador-decodificador transformador que responde a las indicaciones (prompts) prediciendo de manera iterativa la primera palabra en la respuesta, luego la segunda palabra, y así sucesivamente. ¿Le dota esta facultad de inteligencia? Para responder a esta pregunta primero deberíamos definir qué es la inteligencia o comprender un poco más cómo funcionan nuestros cerebros, pero ni es el propósito de este texto ni me veo yo capacitado para tratar semejante cuestión.
Tampoco sé si es sensible, inteligente o consciente, pero intuyo que me puede ayudar a mejorar ciertas facetas mías. Mi intención es publicar en esta página de conversaciones una serie de artículos en los que la interacción con ChatGPT estimule mi curiosidad. Puesto que el inglés es el idioma más común con el que se entrenó GPT-4, conversaré con él en dicha lengua pero traduciré los textos al castellano antes de publicarlos aquí. También resaltaré de alguna forma el texto generado por él para distinguirlo del mío.